lunes, 16 de febrero de 2015


Durante mucho tiempo, la transición de la juventud a la edad adulta ha sido considerada como una serie de eventos independientes que ocurren en una secuencia normativa; explícitamente la salida de la escuela, el primer empleo, la salida del hogar, la primera unión y el nacimiento del primer hijo. La ocurrencia de estos eventos representa la transición de una situación de dependencia económica y participación en la familia de origen, a otra de independencia económica y formación de una nueva familia. Sin embargo la transición de la juventud a la edad adulta es un proceso en el cual cada joven  elige, o se ve obligado a seguir, una trayectoria que finalmente lo convertirá en adulto. Por ello, y dado que las connotaciones de joven y adulto son dispares en diversas sociedades, en el tiempo y en el espacio, los investigadores interesados en el tema han encontrado dificultades para definir cómo se experimenta un evento. Queda claro que la transición a la edad adulta no incluye los mismos componentes para todos, no sigue la misma secuencia y no ocurre conforme al mismo calendario, no depende tanto de factores biológicos como de acontecimientos sociales, los cuales procuran al joven la independencia necesaria para ser adulto.


La identidad personal


La construcción de la identidad es un proceso constante del ser humano que responde a la necesidad de ser uno mismo en el tiempo. En cada etapa del desarrollo el sujeto debe realizar una nueva forma de organización psicológica o ajustes del yo Autopercepción de la identidad en la transición a la edad adulta personal y social que le permita afrontar las necesidades internas y las exigencias del medio (Corral y Pardo, 2001). En los primeros años de la edad adulta, los jóvenes forman la identidad abandonando la “identidad adolescente” (Gould, en G. Graig, 1988), experimentando nuevas formas de convivencia, de residencia y de actividad que marcan trayectorias discontinuadas y diferenciadas culturalmente (Van de Velde, 2005), pero que principalmente gira en torno al establecimiento de relaciones íntimas y la incorporación al mundo laboral (Arnett, 2007; Schaie y Willis, 2003), alternado con los estudios o con períodos de inactividad. Algunos jóvenes se plantean construirse a partir de vivir independientemente de los padres (Gaviria, 2007), pero en la actualidad la identidad adulta se construye también internamente a través de la maduración psicológica (Torres y Zacarés, 2004; Zacarés y Serra, 1996) y aparece notablemente disociada de la edad o de los nuevos estatus sociales (Pappámikail, 2005).

La personalidad se forma con base a la relación que hubo con los padres en la infancia.


Envejecimiento suele definirse como un proceso biológico caracterizado por una relación inversamente proporcional entre la funcionalidad y la vulnerabilidad que se desarrollan progresivamente. Jáuregui y Kaplan (2007, p.11) expresan que “El envejecimiento normal produce cambios corporales generales y modificaciones específicas en distintos órganos y sistemas. Todos estos cambios conducen a un deterioro en la capacidad de adaptación de individuo que se pone francamente de manifiesto ante las situaciones de estrés.” Frente al envejecimiento, desde la medicina hay dos posturas; la de prolongar los años de vida por un lado, y la que apunta a la calidad de vida por el otro.

Siguiendo esta última, desde el área de incumbencia de la actividad física, se indaga sobre las alteraciones funcionales que suelen afectar a los adultos mayores, y entre ellas, encontramos a los gigantes de la geriatría, definidos por Isaac Bernard (1975) como: inmovilidad, incontinencia, iatrogenia, inestabilidad postural y deterioro intelectual; por afectar a un gran número de personas. Desde la Educación Física, como campo disciplinar, podemos intervenir con propuestas de ejercicios que estimulen tanto la fuerza como la flexibilidad muscular. También el equilibrio y el resto de capacidades coordinativas para hacerle frente a la inestabilidad postural; secuencias de movimiento para estimular la memoria; fortalecimiento de la musculatura del piso pélvico para combatir la incontinencia y hábitos de vida saludables para reducir el sedentarismo.


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